Hoy,
cuarto domingo de Cuaresma llamado en latín Domingo “Laetare”, es decir,
“Alégrate” por la proximidad de la Pascua, el Papa Benedicto XVI dijo ante
miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus que
la Eucaristía es la fuente de la alegría cristiana.
“Hoy
la liturgia nos invita a alegrarnos porque se acerca la Pascua, el día de
la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte”, dijo el Santo Padre
este mediodía tras regresar de su visita a la Institución Penal para Menores de
Casal del Marmo, en Roma.
“¿Pero
dónde se encuentra la fuente de la alegría cristiana más que en la
Eucaristía, que Cristo nos dejó como Alimento espiritual, mientras
somos peregrinos en esta tierra? La Eucaristía alimenta en los creyentes de
toda época esa alegría profunda, que hace un todo con el amor y con la paz, y
que tiene origen en la comunión con Dios y con los hermanos”, comentó antes de
dirigir la oración mariana.
Sacramentum
Caritatis
En
su alocución, el Pontífice se refirió a la Exhortación Apostólica Postsinodal
Sacramentum Caritatis, que fue presentada el martes pasado y que tiene como
tema la Eucaristía, fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia.
Sobre
este texto, el Papa subrayó que “es expresión de la fe de la Iglesia
universal en el Misterio eucarístico, y se sitúa en continuidad con
el Concilio Vaticano II y el magisterio de mis venerados predecesores Pablo VI
y Juan Pablo II”
“En
este Documento he querido, entre otras cosas, evidenciar su vínculo con
la Encíclica Deus caritas est: he aquí por qué he elegido como título
Sacramentum Caritatis, retomando una bella definición de la Eucaristía de Santo
Tomás de Aquino, ‘Sacramento del amor’. Sí, –prosiguió– en la Eucaristía
Cristo ha querido darnos su amor, que le impulsó a ofrecer en la cruz la vida
por nosotros”.
Benedicto
XVI recordó que en la Última Cena, Jesús nos dejó el mandamiento del amor y que
éste solo puede ser vivido “permaneciendo unidos a Él, como sarmientos a la
vid”. “Cuando, por lo tanto, nos alimentamos con fe de su Cuerpo y de su Sangre,
su amor pasa a nosotros y nos hace capaces a nuestra vez de dar la vida por los
hermanos. De aquí brota la alegría cristiana, la alegría del
amor”.
Por
último, se refirió a la Virgen María, “’Mujer eucarística’ por excelencia”,
“obra maestra de la gracia divina”. “Junto a Ella, custodiando al Redentor,
Dios puso a San José, de quien mañana celebraremos la solemnidad litúrgica.
Invoco especialmente a este gran Santo para que creyendo, celebrando y viviendo
con fe el Misterio eucarístico, el Pueblo de Dios sea invadido del amor de
Cristo y difunda sus frutos de alegría y paz a toda la humanidad”.
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