Tras la súplica a la
santa, seguida del solemne pontifical presidido por el cardenal Angelo Amato,
prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, las celebraciones
concluyeron con el tradicional rito de la bendición de las rosas
En efecto, en el
atrio de la Basílica del Santuario dedicado a la Santa se reunieron a las 10.00
los participantes en el desfile histórico – vestidos según la usanza del 1400 –
y la procesión con la estatua de Santa Rita, que habían partido desde
Roccaporena, en Umbría, su ciudad natal.
Esposa, madre
y religiosa
La santa nació
alrededor del año 1371 con el nombre de Margarita Lotti, a quien
por su diminutivo se la llamaba Rita. Fue esposa y madre y vivió en su hogar la
espiral del odio de las facciones de la época. Tanto es así, que su esposo
murió asesinado y Rita hizo todo lo posible para evitar que sus hijos se
sintieran impulsados por la venganza, a la vez que, en su corazón, perdonó a
quienes habían matado a su marido. Tras la muerte de sus hijos Rita comienza
una vida de oración aún más intensa por sus queridos difuntos. Y cuando tenía
36 años pide ser admitida entre las monjas agustinas del Monasterio de Santa
María Magdalena de Casia. En un primer momento su solicitud fue rechazada,
puesto que las religiosas probablemente temían que el ingreso de la viuda de un
hombre asesinado habría puesto en peligro la seguridad de su comunidad.
Estando cada vez más
inmersa en la contemplación de Cristo, Rita pidió poder participar en la Pasión
del Señor y en 1432, absorta en la oración, recibió en su frente la herida de
la corona de espinas del Crucificado. Estigma que persistió hasta su muerte,
quince años más tarde.
Interpretó
bien el “genio femenino”
Al respecto cabe
recordar que durante el Jubileo del Año 2000 numerosos devotos de Santa Rita se
encontraron con San Juan Pablo II en el centenario de su canonización, quien al
saludarlos se preguntó: ¿Cuál es el mensaje que nos transmite hoy esta santa?
Y dijo que se trata
de “un mensaje que brota de su vida: la humildad y la obediencia fueron el
camino que Rita recorrió hacia una asimilación cada vez más perfecta con el
Crucificado. El estigma que brilla en su frente es la autenticación de su
madurez cristiana. En la cruz con Jesús coronó el amor que ya había conocido y
expresado de modo heroico en su hogar y mediante la participación en los
acontecimientos de su ciudad”.
Rita de Casia,
además, recordaba el Papa Wojtyła, fue la primera mujer en ser canonizada
durante el gran jubileo de comienzos del siglo XX, el 24 de mayo de 1900. Y su
predecesor León XIII, al decretar su santidad, observó que “había agradado
tanto a Cristo, que él quiso recompensarla con el signo de su caridad y de su pasión”.
Además, San Juan
Pablo II afirmaba que si preguntáramos a Santa Rita cuál es el secreto de su
extraordinaria obra de renovación social y espiritual, ella nos respondería: La
fidelidad al Amor crucificado. La Santa de Casia – añadía – pertenece al gran
ejército de mujeres cristianas que “han incidido significativamente tanto en la
vida de la Iglesia como en la sociedad” (Mulieris dignitatem, 27). Rita
interpretó bien el “genio femenino”. Lo “vivió intensamente”, tanto en su
maternidad física como espiritual.
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