Hemos celebrado al iniciar
esta semana, el séptimo domingo de pascua, yo le llamo a este día el domingo de
la unidad de la Iglesia. Cristo en la oración que escuchamos en el Evangelio
proclamado en las Misa dominical dice: “Padre te pido que todos sean uno como
tú y yo somos uno”. La gran unidad viene del Espíritu Santo, la unidad que
Cristo otorga a su Iglesia como un don de amor es una unidad tan indivisible,
única, sin fisuras, sin fracturas, no admite quebrantos porque está
fundamentada en este ser una sola sustancia divina en el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, tres personas distintas y un sólo Dios verdadero, esta es la
consustancialidad, la sustancia divina del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Es la unidad santísima, sacratísima que hay entre el Padre, el Hijo y
Espíritu Santo que Cristo quiere, dobla y derrama sobre su Iglesia. Claro
nosotros somos humanos y la Iglesia que es pecadora puede sentirse lastimada,
es normal sentirse así. Esa unidad puede sentirse lastimada porque
probablemente algún hermano levante su mano para señalar a la Iglesia así como
fue conducida la mujer adúltera llevada a las plazas para ser apedreada, eso no
debería asustarnos porque somos pecadores.
Ser lastimados es una cosa y
fragmentados es otra, porque la división no tendrá nunca la última palabra, el
Padre no permitirá la división.
La Iglesia es humana porque
somos humanos los que la conformamos, aunque es el mismo Dios quien la conduce,
el mismo Dios que la ilumina, es el mismo Espíritu que va conduciéndola por los
caminos del mundo, y en medio de las turbulencias que se enfrentan, como lo
soñó don Bosco, llevará un faro de luz hacia Cristo acompañados por la madre
Auxiliadora de los cristianos, y la llevará a feliz puerto.
Por eso decía que es el día de
la gran unidad de la Iglesia, y debemos invocar al Divino Espíritu para que
siga derramando el Espíritu de unidad y derrame sobre nosotros los vínculos
afectivos y efectivos, una unidad que no es doctrinal, que no es sólo del credo
que profesamos, es una unidad afectiva, nos queremos nos amamos y tenemos que
seguir aprendiendo entre nosotros a respetar nuestras diferencias, porque no
está dicho y sería antievangélico pensar y querer que todos pensemos como si
hubiésemos sido creado en serie y no enserio, sino sólo como un producto. El
Señor al contrario nos creó así como somos aunque tengamos caídas, todos
pensamos, amamos en la sabiduría eterna con sus propias características y
diferencias es ahí en las sugerencias donde nos respetamos y dónde debe
fortalecerse la gracia de la unidad, del amor y del cariño, la unidad en la
doctrina y en el afecto aprendiendo a respetarnos en nuestras propias
diferencias y es ahí donde podríamos interpretar la expresión de Cristo: “Que
sean uno en nosotros”. El mundo al vernos que somos diferentes, vernos desde
nuestras propias particularidades y viendo que desde ahí construimos está
unidad no sólo doctrinal sino afectiva y respetándonos, el mundo cree, porque
no sólo se descubre la expresión sobrenatural del Padre, Hijo y Espíritu Santo
sino la unidad natural de nosotros mismos.
Está unidad tenemos que
transmitirla al mundo a la sociedad, a nuestros compatriotas, a los
nicaragüenses, transmitirla con nuestra palabra y con nuestra vida. Siempre he
dicho que las diferencias no son un problema, son una riqueza donde se puede
armonizar como en el mosaico, una obra de arte donde cada pieza tiene una
originalidad y desde ahí la otra manera pueda ser contemplada como una belleza
y hermosura o una gran orquesta sinfónica donde todos tocan un instrumento
musical distinto pero se escucha una sola melodía.
Los nicaragüenses tenemos que
aprender que desde la diferencia, no a pesar de la diferencia, somos capaces de
construir una gran armonía, una gran unidad a la que se llega basándonos en el
respeto a los planteamientos diferentes de los demás, respeto a las propuestas
diferentes que puedan tener otros, respeto a los planes ideales que puedan
tener otro, respeto a los derechos humanos empezando por la vida desde su
fecundación, concepción hasta la muerte natural, respeto sagrado donde nadie se
sienta dueño de dañar la integridad del otro, respeto a los derechos civiles y
a los demás. Cuando se respeta puede construirse esta gran unidad y armonía.
Los nicaragüenses somos
capaces de hacer, en nuestra historia de más de 190 años donde los antepasados
han vivido épocas de oscuridad, han logrado alzar vuelo, ahora nos corresponde
a nosotros con una visión más universal, renovadora y transformadora poder
alzar vuelo y llegar a construir no ideales utópicos e irrealizables, sino
ideales realizables, la utopía es un ideal que es capaz de realizarse, solos no
podremos juntos lo lograremos.
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