Reunidos en asamblea ordinaria la Conferencia
Episcopal de Honduras, ha emitido un nuevo comunicado referente a la situación
actual del país.
MENSAJE
“Que el amor sea
sincero: ¡detesten el mal y apéguense al bien!,
(Rom. 12,9).
Los Obispos miembros de la Conferencia
Episcopal de Honduras (C.E.H.), al celebrar la Asamblea Plenaria, durante los
días 03 al 07 de Junio del presente año, hemos orado, reflexionado y discernido
sobre la situación en que se encuentra nuestra patria, con la intención de
asumir compromisos que queremos compartir con nuestros hermanos y hermanas en
la fe y con las personas de buena voluntad.
Consideramos que los principales problemas que
más preocupan a la ciudadanía son el alto costo de la vida, el crimen y la
violencia, el desempleo, las deficiencias graves en los sistemas de salud y
educación, la corrupción. Pero hay otros problemas que son igualmente
susceptibles de provocar conflictos, tanto o más graves que los que estamos
viviendo en estos días, en referencia a la salud y la educación: problemas en
la forma de legislar del Congreso Nacional de Honduras, problemas en las
decisiones del Ejecutivo, en las crisis de empresas estatales, en los servicios
de energía, agua, transporte, etc.
Si cada problema deriva en conflictos como el
que ahora estamos viviendo, acerca de los sistemas de salud y de educación, y
si cada conflicto es manejado con la misma ineficiencia, las consecuencias
pueden hundir a Honduras en una crisis muy difícil de superar.
Por eso, se hace aún más dolorosa y
comprensible la indignación de la mayoría de la población, el sufrimiento de
los más pobres, la decepción de los jóvenes, el miedo de los migrantes, la
angustia de los enfermos, la impotencia frente a la corrupción y la impunidad,
el cansancio de quienes luchan por una Honduras mejor sin ver resultados.
Creemos que la gravedad que adquieren muchos
conflictos se debe, en primer lugar, a la forma incorrecta con que los manejan
los poderes del Estado; en algunos casos siendo los causantes del problema y,
en otros, por no saber resolverlos con los recursos propios de una democracia
participativa, y dejando que el paso del tiempo haga que se resuelvan por sí
mismos, cuando en realidad sólo se agudiza su conflictividad.
Otro ingrediente que agrava los conflictos es
la politización que los complica aún más, introduciendo dobles agendas y
empañando la claridad de los objetivos por los que se lucha.
No dudamos de que las manifestaciones de
protesta tienen la intención de ser pacíficas, pero permitir la infiltración de
elementos violentos desmerita la finalidad que persiguen y conculcan otros
derechos de la población que también deben ser garantizados.
La responsabilidad de la policía es garantizar
el orden y la seguridad de toda la población. Sin embargo, algunas
actuaciones policiales, pueden calificarse como de fuerza desproporcionada y
con esto añaden otro elemento de gravedad a los conflictos.
Nos preocupa en gran manera el futuro de
nuestra Honduras, al pensar que si problemas coyunturales no se saben resolver
adecuadamente, ¿cómo podremos resolver aquellos que por ser estructurales
exigen un serio ordenamiento de todos los elementos de que consta un Estado de
Derecho?
Una Constitución violada cuantas veces
convenga, unos poderes que no son para nada independientes, un Congreso que se
ha convertido en un teatro de pésimos actores, dándole la espalda al pueblo. La
necesidad de un poder electoral que garantice la transparencia de los sufragios
y destierre de una vez por todas los delitos electorales. Unas instituciones
del Estado quebradas por la corrupción, una paralización de la economía, sobre
todo en el agro, una vergonzosa venta de los bienes naturales de nuestra tierra.
Una falsa reforma del Código Penal, que simplemente lo convierte en un
instrumento de protección a los corruptos y narcopolíticos, con apariencia de
ser mejor por el hecho de endurecer las penas a los supuestamente más
“peligrosos”, que acostumbran a ser los jóvenes marginados y los pobres
desesperados por subsistir.
Esto, y mucho más, hace brotar de nuestros
corazones un ¡Basta ya!
Es necesario enderezar la marcha de Honduras,
desde el compromiso de rescatar unos valores éticos que se han ido perdiendo o
debilitando en la medida en que las crisis no han sido debidamente
solucionadas. Nos preocupa grandemente la decadencia moral en que está cayendo
nuestro país. Nunca es lícito hacer el mal para obtener un bien
.
EL RESPETO A LA LEY.
Obligación de la autoridad es emitir leyes
justas, conformes a la dignidad de la persona humana y en orden al bien común.
Cuando no actúa así, la autoridad se vuelve ilegítima y pierde el derecho a ser
obedecida.
Educar en el conocimiento y respeto a las leyes
es una tarea pendiente y urgente a todos los niveles, incluyendo a los mismos
legisladores para que dejen de aprobar lo que ni siquiera han leído o
comprendido.
LA CONFIANZA.
La que
se ha ido perdiendo y que consiste en la esperanza firma en lo bueno que hay en
las personas y en las instituciones.
La decepción que pueden provocar muchas
situaciones conflictivas no ha de llevarnos a creer que no nos podemos fiar de
nadie, a desconfiar de todo. El salmo 37,3 nos hace esta invitación: “Confía en
el Señor y haz el bien, establécete en la tierra y mantente fiel”.
LA ÉTICA POLÍTICA.
“Una
democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o
encubierto, como demuestra la historia” (Juan Pablo II “Centesimus annus”, 46).
La honorabilidad de la autoridad política y el
derecho a hacerse respetar por el pueblo, depende de que sean moralmente rectos
los fines que persigue y los medios que utiliza para ello.
Con frecuencia, las manifestaciones de protesta
de la sociedad no son para atacar a los políticos sino para defenderse de ellos
y de sus abusos.
LA VERDAD.
No es un
producto decidido por la mayoría y condicionado por los intereses y acuerdos
políticos. La convivencia social es ordenada y respetuosa del ser humano
cuando se fundamenta en la verdad. Por eso, la búsqueda de la verdad
fundamenta el verdadero diálogo.
EL DIÁLOGO.
La solidaridad, como fruto de la preocupación
de unos por otros, nos acerca al diálogo como camino e instrumento de la
búsqueda de una comprensión mutua que facilite rebajar tensiones y encontrar,
en medio de conflictos, posibilidades de acercar posiciones y de ver con mayor
claridad dónde está el bien común. Dialogar no es obtener a toda costa lo
que yo pienso; es buscar juntos qué es lo mejor para el Bien Común. El diálogo
fracasa cuando alguien no quiere escuchar por creerse poseedor de la verdad.
Queremos hacer un llamado a las Instituciones
del Estado para que por las mismas facultades que les concede la Ley y el
sistema republicano cumplan con sus deberes.
Queremos hacer un llamado a toda la sociedad
para que, desde la realidad en que vive cada persona y cada grupo, considere la
necesidad de sumarse a la búsqueda de caminos de solución para Honduras.
Sea por medio de pactos, acuerdos, reformas, plataformas, el plebiscito o el
referéndum, leyes de iniciativas ciudadana, etc. Vayamos tomando conciencia de
que sí es posible un cambio para mejorar y el compromiso de lograrlo
solidariamente.
Nosotros, como cristianos queremos confiar este
proceso de la historia de Honduras a la Madre del Señor, Nuestra Señora de
Suyapa a cuyo amor e intercesión nos acogemos.
Ciudad de Tegucigalpa. 06 de Junio de 2019.
CONFERENCIA EPISCOPAL
DE HONDURAS
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