Habiendo concluido el Mes del
Rosario, sería muy conveniente recordar y agradecer todo lo que pedimos y
recibimos de Nuestra Señora con los innúmeras gracias del Santo Rosario que en
este mes rezamos.
La oración que transcribimos abajo puede inspirarnos a pedir más...
Madre benigna de Aquel que
dijo: "No son los que gozan de salud los que necesitan de un médico",
y en otra ocasión: "Perdonad hasta setenta veces siete!".
¿Cuándo es que nuestras
repetidas caídas podrán agotar Vuestro poder o la ternura de Vuestra solicitud
maternal? Vas en busca del pecador que todos han repelido, y, al encontrarlo,
lo abrazáis y reanimáis, y no descansáis en cuanto no lo curáis.
Yo soy uno de Vuestros
enfermos, salvadme. "Yo soy Vuestro, salvadme" (Sl 118, 94). Este
será mi grito de esperanza en todos los días de mi destierro. Cuanto más me
acuerdo de mis caídas pasadas, más te recordaré, que pudiste y quisiste con
toda la bondad levantarme de ellas; y mayor será mi certeza de que no me
abandonareis en el medio de mi cura.
Y por fin, en el Cielo, cuando
tímidamente fuera a ocupar mi lugar entre los que los que te deben la
salvación, porque, en medio de sus miserias, pusieron en Ti toda su esperanza,
seré vuestra gloria, como un enfermo es la gloria del médico que lo arrancó de
la muerte ya en las puertas de ella, y no una vez solamente, sino muchísimas.
Entonces - y será éste el
fruto más delicioso que la gracia habrá producido -, mis propias faltas serán
el pedestal de vuestra glorificación y, al mismo tiempo, el trono de las
divinas misericordias, que yo eternamente quiero cantar: ¡Misericordias Domini
in æternum cantabo! (Sl 88, 2). ¡Cantaré por los siglos de los siglos las
misericordias del Señor!
Por el P. Joseph Tissot
(En "El arte de
aprovechar las propias faltas" - São Paulo: Quadrante, 1995, p. 126)