La oración es un don de Dios,
es la elevación del alma a Dios. La oración es la gran puerta de entrada en la
fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas.
Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar; es una persona que confía más en
Dios. [Cat. 2559]
La oración es el encuentro de
la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga
sed de Él. [Cat. 2560]
El origen de la oración.
La respuesta a esta pregunta
nos la dan las Sagradas Escrituras; muchos podemos pensar que la oración se
origina en el alma o el espíritu, sin embargo, es en nuestro corazón en donde
brota la oración que elevamos a Dios.
Si nuestro corazón está
alejado de Dios, la oración que hagamos estará vacía, no tendrá sentido. [Cat.
2562]
La base de la oración.
La humildad es una disposición
necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: todo hombre es un
mendigo de Dios. Para poder orar sinceramente, necesitamos ser humildes y
aceptar nuestra necesidad de Dios en la vida. [Cat. 2559]
La oración es un don.
No podemos aprender a orar
como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se
recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su
gracia.
La oración como comunión.
La oración es la relación viva
entre nosotros, hijos de Dios, con nuestro Padre infinitamente bueno, su Hijo
Jesucristo y con el Espíritu Santo. Es así como la oración es estar
habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él.
Esta comunión es posible
gracias a que, a través del bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con
Cristo. [Cat. 2565]
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