Quizá nos ha pasado que
tenemos muchas ganas de orar y tener ese contacto deseado con Dios, luego de un
gran día, darle gracias, o por el contrario, establecer ese contacto celestial
para hacerle llegar las necesidades que tenemos en el corazón.
Puede que nos suceda que
tengamos ese deseo y necesidad de hablar con Dios, pero no nos salen ni el
Padre Nuestro.
Para empezar, no debemos de
escandalizarnos, incluso en el silencio de nuestro corazón; Dios nos escucha.
Acá te dejamos seis consejos
de cómo orar:
1. Empezar siempre con una
oración al Espíritu Santo
Pedirle a El que nos ilumine,
que nos inspire, que nos llene de su presencia. Basta un “Espíritu Santo,
ilumíname” para que actúe con más fuerza en nuestro interior, pues ya el tener
ganas de rezar significa que está obrando en nuestra vida y nos llama. Existen
otras oraciones muy antiguas y hermosas. Recomiendo el “Ven Espíritu Santo
Creador” y la Secuencia de Pentecostés.
2. Dios conoce todos los
idiomas, sobre todo el de nuestro interior
Dios escucha nuestras
palabras, pero sobre todo ve nuestro corazón. Ahí, donde se mezclan nuestros
anhelos, sentimientos difíciles de discernir o interpretar, incluso
frustraciones, cosas bonitas y fragilidades, Dios con su fineza va entendiendo
igual. El comprende bien ese lenguaje con el que nos queremos comunicar y que
nosotros no sabemos entender. Confiemos siempre en ello. Sepamos que ninguna
oración, incluso aquella que viene mezclada con otros deseos o pensamientos, es
poca cosa para Dios.
3. Recurrir a oraciones ya
escritas
El Señor Jesús nos enseñó el
Padre Nuestro quizás precisamente para esos momentos donde no sabemos qué
decir. ¿Puede haber una mejor oración que la que Dios mismo nos enseñó? Junto
con ella la tradición de la Iglesia ha ido acumulando grandes tesoros: el Ave
María, la Salve, el Adoro te devote… y muchísimas otras. Entre ellas vale la
pena destacar la Liturgia de las Horas. Son oraciones que toda la Iglesia reza
en la mañana, en la tarde, en la noche, basadas en los Salmos. Si no tenemos
palabras para rezar, ahí con seguridad encontraremos muchas, así como una
experiencia de comunión con la Iglesia Universal, pues esas mismas oraciones
las rezan los católicos en todo el mundo.
4. Utilizar una imagen
A veces, si no tenemos
palabras, ayuda mucho centrar la atención en una imagen. Mirar detenidamente un
crucifijo, una imagen de Jesús, empezar a notar sus detalles, el rostro, las
heridas, poco a poco va suscitando en nosotros pensamientos y sentimientos que
nos ayuden a elevar una oración. Puede ser un buen punto de partida para
encontrar el camino hacia las palabras que se nos escapan.
5. Narra tu día
A veces, cuando no sé bien qué
decirle a Jesús, pero quiero estar con El, empiezo a contarle mi día. Se lo voy
narrando, con detalles, haciéndole notar las cosas bonitas y las que no lo son
tanto. Así siento que le voy compartiendo mi corazón, haciéndolo parte de mi
vida, dejándolo entrar en los acontecimientos de mi jornada. También le cuento
lo que pienso hacer. Poco a poco van aflorando palabras de gratitud, esperanza,
de necesidad y de amor.
6. Solo míralo y deja que Dios
te acompañe
No es la última opción, al
contrario, a veces puede incluso ser la primera. Si no tengo palabras, sencillamente
me quedo mirándolo en el Santísimo o en una imagen. En ese silencio, sin el
esfuerzo de tener que estar buscando palabras, y con la fe de que El está
conmigo, he experimentado momentos muy bonitos de oración y encuentro. A veces
pienso que sé que estoy con un buen amigo cuando el silencio no incomoda.
¡Igual con Jesús! Estar solo con El, en silencio, sencillamente bajo su mirada
amorosa, es una oración hermosa y llena de gracia. En tantas ocasiones, además,
ahí es donde lo he escuchado mejor.
Esperamos que estos consejos
sean súper útiles para vos y te ayuden a tener ese contacto tan deseado por
Dios.
Escrito por: Joshua A.
Saborío.
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